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¡Aquí tenemos la habitacion acabada y lista para disfrutar!

Conincidiendo con unas minivacaciones de los propietarios, encajamos las fechas para realizar el montaje en su ausencia. De esta forma cuando volvieran podrían ver el resultado.

Empezamos el proceso montando la cama. Fabricamos una estructura de madera y la tallamos consiguiendo un efecto de viga envejecida para dar un efecto de robustez y antigüedad. Colgadas de estas vigas pusimos unas telas de algodón y poliéster imitando el estilo de las usadas en tiempos medievales. En el interior, queda el espacio donde colocamos una mesa de juegos, así como un escondite secreto.

Otro de los puntos fuertes fue el armario. Éste se diseñó en 3 volúmenes, donde los exteriores estaban destinados a la ropa y el módulo central para ordenar los juguetes. A las puertas del módulo central les dibujamos unas formas a la que pusimos unos tiradores de forja, accediendo a la zona de los juguetes. A las otras dos (las exteriores) les pusimos un sistema de apertura que hace que se abran simplemente con empujarlas hacia dentro, evitando poner tiradores que estropearían la estética del conjunto. Sobre estas dos puertas tenemos las almenas del castillo, fabricadas con bisagras de 180º abatibles hacia abajo, de forma que se pueda utilizar ese espacio si fuera necesario.

Llegó la hora de la puerta. Nos gusta la idea de hacer puertas especiales y únicas para cada habitación. Nuestro equipo ideó una puerta nada convencional. Le daríamos apariencia de reja, pareciéndose lo más posible a la entrada de un castillo de los de verdad. Para aprovechar al máximo el espacio, la hicimos corredera. Fabricada en DM de 25mm, le clavamos unas tachas y la pintamos con oxiron forja, color óxido. Rematamos decorando los alrededores de la puerta con unas formas de pórex con efecto piedra, resaltando el conjunto y ofeciendo una estética muy particular. Para ofrecer mayor profundidad, decoramos las paredes con uns graffities, con motivos inspirados en un bosque: árboles, piedras, setas…

La habitación estaba lista. Sólo faltaban que volvieran de sus vacaciones…. Cuando llegaron, el pequeño Luis no se lo creía, su cara de felicidad lo decía todo, estaba alucinando con su castillo. Seguro que esa noche tuvo el mejor de los sueños.

Éstas son las cosas que nos hacen seguir con nuestra misión, saber que estamos haciendo feliz a un niño y sobretodo poder ver esas caras de felicidad.  No tendría sentido para nosotros perdernos ese momento.
¿Creéis que algún amigo suyo tendra una igual?  Seguro que no.